¡Saca la garra que hay en ti!
La inteligencia emocional, dice Elliott Tyler Kruse, investigador y profesor de la Business School del Tecnológico de Monterrey, Campus Santa Fe, es la habilidad de entender a las otras personas pero también las emociones propias. Ambos son componentes integrales.
“No se pueden resolver conflictos ni navegar obstáculos si no puedes con tus propias emociones. Es muy posible que el líder –si tiene problemas internos y no sabe cómo dirigirlos– se desquite con otros que no tienen nada que ver. Ese es un mal liderazgo porque no resuelve, e incluso agrava, un conflicto y crea un ambiente hostil”.
No se debe negar el enojo ni la frustración, explica el experto, más bien hay que encauzar. No se trata de actuar en cada emoción cuando la sientes.
Hay que reconocer la emoción, pensarla y, después, decidir cómo actuar ante ella. Puedes escribir una nota y no enviarla, el simple acto de escribir puede guiar tus pensamientos y descubrir exactamente qué estás sintiendo y el porqué.
“¿Servirá gritarle a la persona que me causó tal emoción? Seguramente servirá de muy poco. Puedo tomarme unos minutos y luego ya hablar con la persona, preguntarle por qué lo hizo, expresarle lo que me hizo sentir y dialogar para resolver el problema”, propone Elliott Tyler Kruse.
El doctor en filosofía por la Universidad de California, Riverside, añade que no solo hay que entender las malas emociones para dirigirlas de manera positiva, también hay que entender las emociones positivas, porque nos dan la habilidad de ver qué quieres, qué te motiva y cuál es tu visión y valores.
No hay un liderazgo ideal ni único sino muchos y con múltiples matices que dependen de la personalidad, el contexto y situación, es por eso que existen las escuelas de negocios en donde los líderes pueden aprender y desarrollar habilidades blandas.
Un elemento esencial de la inteligencia emocional y el liderazgo es desarrollar la empatía, que es la habilidad de ponerse en el lugar de otra persona y a partir de ahí comprender sus sentimientos e identificarse con su situación.
La empatía es un requisito para la compasión, no vista como lástima, sino la forma de entender, escuchar y ser respetuoso, hablar con cuidado de no herir y apoyar en la medida de lo posible.
Tyler Kruse ha estudiado un concepto que también tiene que ver con un liderazgo positivo: la humildad.
El experto indica que este concepto no es sinónimo de pobreza, como se le suele relacionar, “es un valor que implica entender al otro, es lo opuesto al narcisismo, y puede ser muy útil para desarrollar la inteligencia emocional. Reconocer que tenemos la capacidad de herir a los otros”.
La Real Academia Española lo define como: “virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”. Quizá sea el momento de ponerla en práctica en el área de trabajo.
Las habilidades técnicas se pueden aprender y desarrollar en la universidad, pero las habilidades sociales personales o soft skills que están relacionadas con el trato e interacción con los demás son muy importantes y no necesariamente se aprenden en la licenciatura.
Salvador De Antuñano, director de Recursos Humanos en Grupo Adecco México, indica que es muy importante aprender a ser líder, a trabajar en equipo, cumplir normas y comunicarse para alcanzar un puesto directivo o dirigir un grupo de trabajo.
“En una organización se te delega una gran confianza al ser el manager de un equipo y, de cierta manera, te conviertes en la máxima autoridad, aunque también seas empleado. En ese sentido es una gran responsabilidad. Pero hay gente que se ciega, se siente mejor que los demás y dirige con una actitud de altivez y superioridad”, dice.
Uno de los principios de Adecco y de la inteligencia emocional, agrega, es tener cabeza fría, corazón cálido, manos trabajadoras y mente curiosa porque sabemos que son pilares fundamentales que cada líder debe tener claros y llevarlos a la acción.
Un buen líder debe inyectar actitud, ganas, energía para los desafíos que vienen y hacer las cosas distintas.
Debe aprender a tomar decisiones objetivas, basadas en el raciocinio, en la evidencia y no con las entrañas.
“Cuando tienes a un líder suficientemente maduro, que procesa bien aquella información que le mortifica porque quizá tiene a un familiar en el hospital, está en un proceso de divorcio o tiene una gran presión en su trabajo, no transmite eso a su equipo”, comenta.
Y tiene que ver con la comunicación verbal, pero también con la no verbal: “‘¿qué digo con mi postura corporal, con mis gestos?’ Cuando hablamos, ‘¿qué digo con el mensaje y cómo lo expreso con el tono, la energía y la manera para transmitir interés, entusiasmo y ánimo?’ Hoy, que tenemos que trabajar a distancia también debemos preocuparnos por despertar la emoción desde una pantalla”.
De Antuñano agrega que un buen líder no se rodea de leales que todo le aplaudan aunque sepan que está mal. Al contrario, busca talentos y los impulsa.
“Un líder crea nuevos líderes, contribuye al desarrollo de las personas, detecta sus habilidades y hace que las potencien y también está consciente de sus límites. Sin miedo a hacerlo, logra que las personas a las que está desarrollando sean igual de competentes o mejores que él”.
Fuente: Tec Review
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